miércoles, 27 de julio de 2011

LO ÚLTIMO DE HARRY POTTER

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Hace una década, Harry Potter y la piedra filosofal, primer libro de la serie del entonces pequeño mago, se hacía cine. La aventura venía precedida por un éxito literario de carácter mundial; millones de lectores querían ver cómo se hacían realidad ―en la pantalla grande― los personajes que por años poblaron su imaginación.

Tras una escogencia de actores que sólo podríamos catalogar como providencial, arrancaría la que a la postre se convertiría en la saga cinematográfica más exitosa de la historia del cine. Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson; o mejor dicho Harry, Ron y Hermione, serían desde entonces caras conocidas por todos; por espacio de una década, sus aventuras estarían a la orden del día; con ocho películas en ese lapso, casi 20 horas de metraje, pocos jóvenes podían abstraerse de ese fenómeno llamado Harry Potter.

Un tibio arranque, un cambio de timón necesario

Bajo la batuta del director Chris Columbus, quien también dirigiría la segunda parte de la aventura, Harry Potter y la cámara secreta, la serie tendría un tibio arranque, por lo menos a nivel conceptual, pues a pesar de su éxito taquillero, la aproximación de Columbus al imaginario de los textos de J.K. Rowling sería más bien tímido, centrado en los aspectos menos trascendentales y profundos de la obra.

Para suerte de la saga, y de sus seguidores, el cambio de timón vendría pronto, y ya para la tercera de las películas, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, el mando recaería en el mexicano Alfonso Cuarón. Más sombría que sus predecesoras, su aproximación a lo más oscuro de los libros la hizo vibrar con inusitada fuerza, acercando más a los fieles lectores que la han escogido, en su mayoría, como su favorita. De ahí en adelante, Harry Potter seguiría un rumbo estable, y mantendría a su séquito a su lado por los próximos años.

Para la cuarta entrega, Mike Newell reemplazaría a Cuarón, quien rechazaría seguir en la saga pese al interés por su continuidad de la misma J.K. Rowling. Su Harry Potter y el cáliz de fuego sería apenas el calentamiento para el arribo definitivo del director David Yates. El menos conocido de cuantos dirigieran la saga, Yates supo mantener el balance entre las luces y las sombras, lo banal y lo sombrío, el humor y la solemnidad, en cada una de sus cuatro cintas: Harry Potter y la orden del fénix, Harry Potter y el príncipe mestizo y Harry Potter y las reliquias de la muerte, en sus partes I y II. Con Harry Potter y las reliquias de la muerte, que bien podría leerse como una única gran película, Yates se guarda todos los trucos para el final. Así, la primera de ambas sería apenas el preámbulo para un cierre vertiginoso y a la altura de las circunstancias. Si en aquélla todo era preparación; en ésta todo fue acción trepidante.

El esperado final

Salvo el epílogo innecesario al final de la gran aventura, único lunar de un trabajo impecable, el cierre de Harry Potter no podría ser mejor; la batalla final que hemos estado esperando por tanto tiempo aparecerá ante nuestros ojos: Harry Potter y el innombrable se enfrentarán y su vínculo indisoluble será por fin revelado. No quedarán cabos sueltos; cualquier duda o sospecha será confirmada.

“Harry Potter, el niño que sobrevivió… regresó para morir”. Quién más sino Lord Voldemort podría decir esas proféticas palabras. En la batalla final entre el bien y el mal, la saga toma dimensiones apocalípticas: Hogwarts será devastado hasta sus cimientos y Harry llevará su sacrificio a los territorios desconocidos de la muerte.

Un fenómeno a todo nivel

Más allá de su triunfo en la taquilla, o de su buen nivel cinematográfico a través de la saga, Harry Potter —sus libros, en primer lugar— tiene el mérito de haber creado un universo propio para millones que crecieron con la serie. La semilla plantada por J.K. Rowling halló tierra fértil en la imaginación de millones que devoraron sus siete libros, sus más de 4.200 páginas de mágica literatura, y que luego se acercarían a la taquilla para no perderse las aventuras de sus héroes. Como Harry, Ron y Hermione, sus lectores crecieron, maduraron y descubrieron juntos el sabor agridulce de la vida; sus triunfos y fracasos, sus tristezas y alegrías. Incluso, algunos supieron, al igual que Harry Potter, que en cada quien convive el bien y el mal; que de nuestras decisiones dependerá el sendero que transitaremos en nuestra vida.

En una de las secuencias más emotivas de esta última entrega, la trama nos transporta a través del tiempo, nos revela los últimos secretos y le dará a Harry el valor para asumir el más grande de todos los sacrificios. Pero al mismo tiempo, esa misma escena hace una suerte de homenaje a un elenco poblado por un grupo de actores británicos único, algunos que con su sola presencia enriquecían la saga a niveles insospechados.

“¿Es esto real o es sucede sólo en mi cabeza?”, pregunta Harry en cierto momento. “Por supuesto que sucede en tu cabeza, pero eso no significa que no sea real”, recibe como respuesta. Si lo meditamos un poco, esta frase no es sólo para Harry, sino para todos y cada uno de sus seguidores; esos que J.R. Rowling trató con respeto, sabiendo que en la mente de cada uno de ellos se podía sembrar la simiente de todo cuanto seríamos. Así, Harry Potter llega a su final y ahora, nosotros, simples y mortales muggles, no nos queda otra cosa más que extrañarlo.

Harry Potter y las reliquias de la muerte
(II)

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